20140720

En la Guerra Civil española se utilizaron pavos como paracaídas


En la Guerra Civil española se utilizaron pavos como paracaídas


Al igual que en otros lugares de España, en la provincia de Jaén el golpe de Estado de 1936 fracasó. La indecisión de los jefes que dirigían la comandancia de la Guardia Civil frenó el deseo de la mayor parte de los oficiales y tropa de añadir la provincia a las fuerzas sublevadas. Aún así, los republicanos desconfiaban de la Benemérita y les obligaron a entregar las armas, lo que tensó todavía más la situación.

El 18 de agosto de 1936, asumió el mando el capitán de la Guardia Civil Santiago Cortés y decidió refugiarse en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza en Andújar (Jaén). El grupo de refugiados estaban compuesto por 165 miembros de la Benemérita, 44 paisanos y 4 sacerdotes, junto con sus familiares, en total unas 1.200 personas. Pronto pasaron de un encierro voluntario, incluso bajaban a Andújar a por provisiones y recibir atención médica, al puro y duro asedio de las tropas republicanas.




Las provisiones iniciales pronto comenzaron a agotarse, pero como caídos del cielo, y nunca mejor dicho, fueron reabastecidos de alimentos, armas y medicinas (70 toneladas desde Córdoba y unas 80 desde Sevilla) por los sublevados desde las zonas que controlaban en el Sur. Lógicamente, la única forma de aprovisionamiento era aérea, pero era imposible utilizar los paracaídas para hacerles llegar los suministros por la dificultad de hacerlos caer en el pequeño reducto del Santuario. Así que, decidieron utilizar dos técnicas: una, lanzándose en picado hacía el objetivo para aproximarse lo máximo posible y, una vez soltados los suministros, remontar rápidamente; y, dos, la técnica del pavo para las provisiones más delicadas y de poco peso (medicamentos). Esta última técnica consistía en soltar los pavos, a los que previamente se les habían atado las provisiones, desde la vertical del objetivo y con su frenético aleteo, que no les permite volar pero sí frenar la caída, aterrizar sin romper la carga. Además, este curioso paracaídas también se podía comer. Destaca en estas tareas de aprovisionamiento el aviador Carlos Haya, piloto personal del general Franco, que realizó más de un tercio de los 157 servicios al Santuario.

Gracias a estos suministros, los sitiados aguantaron 9 meses… el uno de mayo de 1937 caía el Santuario ante la ofensiva de los republicanos.

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