20140102

Caterina Simonsen y la crueldad de la irracionalidad

Cuanto más quiero a mi perro, menos me gusta la gente



Caterina Simonsen y la crueldad de la irracionalidad

Iba yo a comentar para cerrar el año algunas cosas del blog, pero hoy he leído un ejemplo verdaderamente lacerante del daño, el profundo daño y deshumanización que son consustanciales a las creencias irracionales.


Ella es Caterina Simonsen. Italiana, originaria de Padua. 25 años de edad. Estudiante de veterinaria en la Universidad de Bolonia. Tiene varios perros. Sufre de graves afecciones genéticas pulmonares debido a las cuales debe usar tubos para respirar y numerosos medicamentos.

Esta foto ya no está en su página de Facebook. De hecho, ha cerrado su página de Facebook, abrumada por una virulenta campaña de odio.

A los 18 años, los médicos le dijeron que sus afecciones eran incurables, dado que tienen la característica de volverla inmune a los tratamientos muy rápidamente. Ha sido sometida a multitud de tratamientos experimentales para tratar de prolongar su vida.

El 21 de diciembre pasado, Caterina celebró haber vivido otro año y cumplir los 25. Subió a una página de Facebook en favor de la investigación científica esta foto con el mensaje: "Tengo 25 años gracias a investigaciones legítimas que incluyen experimentos en animales. Sin investigación, habría muerto a los nueve años. Me han regalado un futuro."


Las afecciones contra las que lucha Caterina, según Oggi.it son, entre otras, una inmunodeficiencia primaria, déficit de proteinas C y S, déficit de alfa-1 antitripsina, neuropatía de los nervios frénicos, prolactinoma, un tumor hipofisiario, asma alérgica y tiroides autoinmune. Sobrevive gracias a un respirador que debe usar entre 16 y 22 horas al día, un aparato que produce vibraciones para ayudar a eliminar mucosidades y costras de los pulmones. Para enfrentarlas, consume muy diversos medicamentos en aerosol, oralmente e inyectados.


Lo siguiente que recibió Caterina fue una oleada de mensajes de presuntos "defensores de los animales", "animalistas", "defensores de los derechos de los animales" o gente que se autodefine de modo similar.

¿Los mensajes?

"Por mí muérete mañana, no sacrificaría a mi pez dorado por ti."

"Si hubieras muerto de niña, a nadie le habría importado."

"Por mí también podías morir a los nueve años, no se hacen experimentos en ningún animal, raza de bestias repugnantes."

En total 500 ataques verbales y 30 amenazas de muerte.

Caterina pasará el fin de año en el hospital, con una nueva infección, tratada con un nuevo antibiótico porque el anterior ha dejado de ser efectivo. Pero ahora está aislada. El hospital teme que alguno de los fanáticos animalistas atente realmente contra la vida de Caterina.

Estar contra Caterina no es estar con la vida.

Todos los animalistas que viven en la actualidad están vivos gracias a la experimentación con animales. Les guste o no.

Experimentación que cada vez más se hace bajo reglas éticas muy estrictas.


La única forma de acabar con la experimentación con animales es la creación de modelos fiables, cultivo de tejidos, desarrollos en biología molecular y otros avances que nos permitan aprender lo mismo para salvar vidas humanas que nos permite hoy la experimentación animal.

La prohibición, la crueldad y la misantropía disfrazada de "amor a los animales, bueno, no a todos" no son un camino razonable, salvo para quienes están dispuestos a sacrificar a un ser humano por un animal, y sus creencias les han destrozado toda moralidad.

Esos avances sólo los puede lograr la ciencia, y que no están haciendo, claro, los grupos fanáticos animalistas que desprecian el conocimiento porque no saben siquiera lo que es. Ni parece importarles. Creen que el mundo es como es por cuestión de magia.


Algo sobre la misantropía y deshumanización de los presuntos animalistas ya lo hemos comentado en este blog aquí, aquí y aquí.

La irracionalidad lastima, la irracionalidad es cruel, la irracionalidad deshumaniza, la irracionalidad hace perder la perspectiva y, finalmente, la irracionalidad mata.

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