«En Marte puedes contraer cáncer en minutos sin un traje adaptado»
«Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas;
venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para
desenterrar algo, enterrar algo o alejarse de algo. Venían con sueños
ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba
desde letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO
PARA USTED EN EL CIELO. ¡VISITE MARTE! Y los hombres se lanzaban al
espacio.»
Cuando Ray Bradbury escribió sus «Crónicas marcianas» en 1950 imaginó
muchas situaciones, pero ninguna incluía un «reality-show»
retransmitiendo en directo desde el planeta rojo. Esta idea -la venta de
derechos de emisión de un «Gran hermano» de astronautas para financiar
el primer asentamiento humano en Marte en 2025- también sorprendió a
José Vicente. Este astrofísico valenciano es una de las 705 personas
preseleccionadas para embarcarse en un viaje sin retorno al planeta
oxidado. Solo 24 llegarán a formar parte de esta colonia, formada por
mujeres y hombres de diferentes continentes y culturas.
Según el calendario fijado por la fundación privada Mars One para este
proyecto, en 2018 se enviará un satélite de comunicaciones y unas naves
(«space dragons»), cargadas con los materiales necesarios para construir
el asentamiento. Un robot programado desde la Tierra se encargará de
buscar una zona plana cercana al ecuador del planeta (que es la parte
más cálida), y allí comenzará a montar las unidades de vida y las placas
solares para que estén listas en 2025, que es cuando llegará -tras un
duro viaje de siete meses- el primer equipo de cuatro personas de Mars
One.
«Una vez allí nuestra rutina consistirá en mantener la base, cuidar del
huerto del que deberemos autoabastacernos y llevar a cabo proyectos
científicos que nos encarguen tanto instituciones como la NASA como
empresas privadas», explica Vicente.
Dice estar dispuesto a todo. A meterse en túneles volcánicos en busca de
agua y microorganismos; a que todos sus movimientos formen parte de un
programa televisivo a escala global, e incluso a morir bajo las hostiles
condiciones climáticas de Marte. Con una atmósfera tan fina como para
determinar una media de 30 grados al nivel del suelo y -20 al nivel de
la cabeza de una persona, y una radiación solar «que podrían generar un
cáncer en cuestión de minutos», la perspectiva de un fallo técnico es
ciertamente amenazadora.
«La mayor dificultad que encuentro al proyecto es que todavía no han
inventado un traje espacial capaz de protegernos de la radiación,
ofrecernos una temperatura constante y que sea suficientemente ligero
como para que quepa en la nave que nos tiene que transportar a Marte»,
razona Jose Vicente, quien reconoce que el proyecto cuenta con algunos
escépticos dentro de la comunidad científica.
Desde que la serie «Cosmos» de Carl Sagan inoculara en él la obsesión
por el espacio exterior, Vicente supo que quería ser astronauta. Ahora,
con 41 años, puede haberle llegar la hora. Tras pasar la criba de la
exposición de motivaciones y un examen médico convencional, se siente a
un paso de lograrlo. Soltero y sin hijos, no tiene ataduras. ¿Y sus
padres? «Ellos están tranquilos porque lo ven como ciencia-ficción. No
se lo creen».
Entre los preseleccionados figuran catorce españoles, ninguno con
experiencia en el ámbito espacial. Se comunican entre ellos por
Whatsapp. «Hay de todo: una cocinera, un instalador de placas solares,
una escaparatista...». Todos deberán someterse a un completo
entrenamiento físico y técnico durante siete años, en el que deberán
formarse en medicina básica, electrónica, mecánica, geología, etc.
Como es de suponer, la preparación psicológica también es de suma
importancia. «Nos van a aislar tres meses al año en la Antártida o en
algún desierto -apunta Vicente-. Es que hay que tenerlo muy claro». «El
contrato de trabajo que firmaremos advierte de que si uno de los cuatro
miembros de cada equipo decide echarse atrás, los otros quedan fuera.
¡Es un problema, porque eso significaría hacerse tres enemigos para
siempre!», bromea.
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