Dan Ariely: 9 ejemplos de la economía conductual en el marketing
¿Por qué, si alguien dice a mi lado márketing, la primera palabra que se
me ocurre es “comadreja”? Aquí hay una lista de métodos de
mercadotecnia, que funcionan gracias a bugs en nuestro sistema
operativo. Evitarlas requiere un esfuerzo consciente, ya que nuestro
instinto juega en contra nuestra —al menos en el entorno artificial del
centro comercial. Sin más preámbulo:
1. Facilitar las comparaciones falsas
Cuando el fabricante de electrodomésticos Williams-Sonoma introdujo en
el mercado las primeras máquinas panificadoras, las ventas fueron
pobres. Después, al añadir a la gama una versión “deluxe”, 50% más
cara, la primera máquina comenzó a venderse como rosquillas. Ahora
parecía una ganga.
Al decidir sobre la compra de un bolígrafo de 17€, la mayoría de la
gente se desplazaría en coche a una tienda a 15 minutos de distancia
para ahorrar 5€. Sin embargo, si lo que se decide es la compra de un
traje de 310€, casi nadie conduciría 15 minutos adicionales para ahorrar
5€. Los tiempos y ahorros involucrados son los mismos, pero las
elecciones son opuestas. Hay que vigilar los razonamientos relativos;
vienen así de fábrica para todos.
2. Reforzar las referencias
Salvador Assael, el Rey de las Perlas, creó de la nada el mercado de las
perlas negras, desconocidas para la industria antes de 1973. Su primer
intento, sin embargo, fue un fracaso: no vendió una sola perla. Así que
acudió a su amigo Harry Winston; consiguió de él que expusiera en el
escaparate de su joyería de la 5ª Avenida de Nueva York unas perlas
negras con una cifra ridículamente elevada en la etiqueta del precio.
Inmediatamente, pagó anuncios a toda página en varias revistas en los
que podían verse perlas negras junto a diamantes, rubíes y esmeraldas.
Pronto, las perlas negras eran consideradas preciosas.
Simonsohn y Loewenstein hallaron que la gente que se muda a una nueva ciudad permanece anclada a los precios de su antigua localidad.
Así, si alguien se mudara de Extremadura a Madrid, tendería a encajar a
su familia en casas más pequeñas para seguir pagando lo mismo. Sin
embargo, un madrileño en Extremadura se haría con una mansión.
3. ¡Es “gratis”!
Ariely, Shampanier y Mazar realizaron un experimento usando trufas Lindt
y un bombón de menor calidad. Cuando una trufa costaba 0.10€ y un
bombón 0.01€, el 73% de los sujetos de estudio escogieron la trufa. Una
rebaja de tan sólo un céntimo (la trufa a 0.09€ y el bombón gratis)
rebajó el porcentaje drásticamente, al 31%. De acuerdo con la teoría
economica estándar, una reducción de precios tan pequeña no debería
haber conllevado ningún cambio, pero lo hizo.
La hipótesis de Ariely es que en transacciones normales consideramos
tanto las vertientes positivas como las negativas. Cuando algo es
gratis, sin embargo, olvidamos la parte negativa. La gratuidad nos hace
percibir lo que se nos ofrece como inmensamente más valioso de lo que
realmente es. Los seres humanos aborrecemos las pérdidas; al considerar
una compra normal, este instinto entra en juego. Cuando un artículo es
gratuito, no hay posibilidad de pérdida alguna.
4. Explotar las convenciones sociales
El Colegio de Abogados solicitó a varios letrados que participaran en un
programa en el que ofrecerían sus servicios a personas de pocos
recursos por un precio reducido de 25 €/hora. Nadie se ofreció. Cuando
se solicitaron voluntarios para realizar servicios gratuitos hubo un
buen número de voluntarios.
5. Diseñar campañas para vagos
Ariely realizó un experimento con los alumnos de su clase. Se les
pidieron tres trabajos. Al primer grupo, Ariely les pidió que fijaran
ellos mismos las fechas de entrega. Los trabajos entregados con retraso
se penalizarían con una rebaja en la nota del 1% diario (no habría
penalización para entregas antes de tiempo). La respuesta lógica habría
sido comprometerse a entregar los tres trabajos el último día de clase.
Al segundo grupo no se les fijó fecha límite: debían entregar sus
trabajos el último día. El tercer grupo debía entregar sus trabajos en
las semanas 4ª, 8ª y 12ª.
¿Los resultados? El grupo 3 (fechas impuestas) obtuvo las mejores notas.
El grupo 2 (sin fecha) obtuvo las peores. El grupo 1 (fechas
seleccionadas por los alumnos) quedaron en medio. De estos, los mejores
fueron los que espaciaron en el tiempo sus compromisos de entrega.
6. Utilizar el efecto de la posesión
Ariely y Carmon realizaron un experimento con estudiantes de la
Universidad de Duke, que hacen cola varias semanas para conseguir
entradas para el baloncesto. La espera no garantiza conseguir las
entradas: al final, se sortean entre los primeros en llegar, de modo que
no todos consiguen su objetivo. En media, los alumnos
que no consiguieron entradas declararon que pagarían hasta 120 € por
ellas. Los que sí las consiguieron, sin embargo, se negaban a venderlas
por menos de 1600 €.
Hay tres fallos fundamentales en la naturaleza humana. Nos enamoramos de
lo que ya tenemos. Nos concentramos en lo que podríamos perder, más que
en lo que podríamos ganar. Asumimos que los demás verán nuestras
transacciones desde la misma perspectiva que nosotros.
7. Aprovechar nuestra aversión a las pérdidas
Ariely y Shin realizaron un experimento con estudiantes del MIT. Crearon
un juego de ordenador que ofrecía a sus jugadores tres puertas: Roja,
Azul y Verde. Se comenzaba un crédito de 100 clics de ratón. Para entrar
en una habitación había que hacer clic sobre una puerta. Una vez
dentro, cada clic daba entre 1 y 10 céntimos. También podía cambiarse de
habitación (al coste de un clic). Cada habitación estaba programada
para ofrecer distintos niveles de recompensa, pero era bastante sencillo
averiguar cuál era la mejor.
Los jugadores tendían a probar las tres habitaciones, ver cuál pagaba
más y después quedarse ahí (estamos hablando de estudiantes del MIT).
Entonces, Ariely introdujo una pequeña variación: cada puerta que no
fuera visitada en 12 clics consecutivos desaparecería para siempre. Con
cada clic, las puertas no escogidas disminuían de tamaño en una doceava
parte.
Ahora, los jugadores saltaban de puerta en puerta, intentando mantener
abiertas sus opciones. Las ganancias disminuyeron un 15%; de hecho,
escogiendo cualquiera de las puertas y permaneciendo en ella podrían
haber ganado más.
Ariely incrementó el coste de abrir una puerta a 3 céntimos, sin
resultados —los jugadores seguían intentando mantener abiertas sus
opciones. Después reveló a los participantes cuánto pagaba exactamente
cada habitación, sin obtener cambios en el comportamiento. También
permitió jugar tantas rondas de práctica como se deseara. Nada. Incluso
cambió las reglas para que las puertas desaparecidas pudieran ser
“reencarnadas” con un clic. Aún así, no consiguió cambios.
Los
jugadores no podían tolerar la idea de perder una puerta, y hacían
cuanto fuera necesario para asegurarse de que no desaparecían, incluso
aunque esta desaparición no tuviera consecuencias reales y pudiera ser
revertida con facilidad. Nos sentimos impelidos a conservar nuestras
opciones, incluso cuando el coste es astronómico o cuando no tiene
sentido alguno.
8. Engendrar expectativas irracionales
Ariely, Lee y Frederick realizaron otro experimento con estudiantes del
MIT. Les dieron a probar dos cervezas, ofreciéndoles una pinta gratis de
la que más les gustara. La cerveza A era Budweiser. La B, Budweiser con
dos gotas de vinagre balsámico por cada 30 mililitros.
Cuando se mantenía oculta la naturaleza de las cervezas, los estudiantes
escogían mayoritariamente la cerveza balsámica. Sin embargo, al
revelarles la verdad, cambiaron de opinión. Si de entrada revelas un
detalle que podría ser negativo, seguramente la gente estará de acuerdo
contigo —tan solo por sus expectativas.
9. Aprovechar el sesgo de los precios
Ariely, Waber, Shiv y Carmon crearon un analgésico falso, Veladone-Rx.
Una mujer atractiva, vestida con traje de negocios (y un sutil acento
ruso) contó a los sujetos experimentales que el 92% de los pacientes que
recibían el analgésico mejoraban su dolor en 10 minutos, con una
duración del efecto de hasta 8 horas.
Cuando se les dijo que
cada pastilla costaba 1.70 €, casi todos los participantes notaron
mejorías en su dolor. Sin embargo, si se les hacía saber que el precio
era de 0.07 €, sólo la mitad notó los efectos. Los efectos también eran más pronunciados para mayor dolor inicial.
Un estudio similar de la Universidad de Iowa mostró que los estudiantes
que pagaban el precio completo de las pastillas contra el resfriado
común reportaban mejores resultados que aquellos que las compraban a
precios rebajados (aún siendo los mismos medicamentos).
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