20140717
La voz femenina provoca agotamiento en el cerebro masculino
La voz femenina provoca agotamiento en el cerebro masculino
El prestigioso científico Michael Hunte afirma que este es el motivo por el que las mujeres se quejan muchas veces que los hombres no las escuchamos
Ella creía que cantaba bien. El resto del Universo, no. Incluida la parte conocida, la desconocida y los agujeros negros. Por eso rompimos a reír. Si ya de por sí es de mala educación hacerlo, imaginen en un funeral. Pero han de saber que hasta la familia del difunto rió. Por lo bajo sí, pero allí había risa. Y el sacerdote, que se empeñaba en convencernos de que la muerte es un 'Kinder Sorpresa' donde lo bueno viene después, nos lanzaba miradas inquisitorias. Al fin y al cabo, se trataba de una feligresa habitual y no le gustaba aquella reacción nuestra ante su arte. Pero cuando la diva de la parroquia entonó la estrofa final, hasta el cordero de Dios al que cantaba se tapó los oídos. No era solo que no diera una nota. Su voz resultaba insoportable. Han pasado más de treinta años. Pero hoy la he vuelto a recordar. Y todo por un estudio que afirma, ojo al dato, que la voz femenina provoca agotamiento en el cerebro masculino. Ya tienen tema tonto para hacer tiempo hasta que decidan ponerle cara de carnaval a la lluvia y salir a patear las calles.
El prestigioso científico para algunos, papanatas desde hoy para muchas, Michael Hunter es quien ha llegado a esa conclusión. Se trata de un profesor de la Universidad de Sheffield, Gran Bretaña, que asegura que la voz femenina posee tonos más complejos y toma toda el área auditiva del cerebro masculino, mientras que la del hombre solo ocupa una pequeña porción del cerebro femenino. El caso es que -según Hunter, insisto- es este el motivo por el que las mujeres se quejan muchas veces que los hombres no las escuchamos. Y resulta, que no es culpa nuestra sino de nuestro cerebro que le da al off. Tanto tiempo escuchando, de mi madre primero y de quien comparto hipoteca, vida y cama ahora, que no les escucho y resulta que se debía a eso. Bueno a eso y a que, según el estudio las mujeres hablan en forma circular, mientras que los hombres somos más directos y simples para manifestar sus pensamientos. Lo de simple me suena. Pero no me casa esta teoría con la señora de mi historia. Allí no se trataba del fondo, sino de la forma. Del timbre y el tono, vamos. Pero también para eso tiene explicación Hunter.
El profesor apunta que la mujer emite un rango de frecuencias de sonido más complejo que las del hombre. Y esto es debido a las diferencias en el tamaño y la forma de las cuerdas vocales y de la laringe. Acabáramos. Era eso. Pues las cuerdas y la laringe de aquella señora debían ser las del gallo Claudio. Pero tampoco me llena del todo esta explicación. Hay gente, simplemente, con un tono de voz que irrita. Conozco el caso de un amigo que dejó de salir con una mujer maravillosa porque no soportaba su voz. Lo cierto es que, a los diez minutos, querías irte de su lado. También conocí a un profesor cuyo tono era tan bajo y silbante que deseabas que se tropezara y se clavara los piños en el encerado. Aunque aún peor es el chillón. Ese amigo o amiga que tiene un amplificador en la boca. Da igual que le digas que hable más bajo. Solo tiene un tono. Como María Patiño. Esa sí que te taladra el cerebro. O Pumares. Cuando salen en la tele el aparato se vuelve loco y pasa de 3/4 a panorámico. No me pregunten por qué. No les digo nada con ciertas risas. No lo nieguen, ¿a que hay alguna persona cuya risa no soportan? "¿Por qué te ríes así?". Si tu pareja te dice eso, date por despedido. El primer día todo se pasa y se minimiza. Pero, según pasa el tiempo, aquella risita rara se convierte en sonido insoportable. Sobre eso sí que debería hacer el señor Hunter un estudio. Conozco políticos a los que les han cambiado la risa, porque perdían votos. Textual. En cambio nadie se ha preocupado en comprobar por qué nos resultan tan cansinos hablando. Rajoy y Rubalcaba son hombres. Pero, diga lo que diga Hunter, en el Debate Sobre el Estado de la nación resultaron insoportables. Y encima no quedó claro si estábamos en un funeral o en una boda, si hay que celebrar o tenemos que llorar. De lo que nadie duda es que no hay motivos para reír. Pena de aquella señora. De estar en el congreso, habría alegrado el debate.
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