y además nuestras vidas son muy cortas..
“No es que las naves espaciales sean lentas, es que todo está muy lejos”
EE
UU y Rusia, en los años 70 y 80, empezaron a desarrollar cohetes
nucleares, recuerda este experto en propulsión espacial avanzada, para
quien esa opción tecnológica sería "una burrada”.
Manuel Martínez Sánchez, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos, en Madrid
Manuel Martínez Sánchez terminó la
carrera de ingeniero aeronáutico (número uno de su promoción) en Madrid,
en 1967. Al año siguiente estaba en Estados Unidos, en el prestigioso
Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), con una beca de la
institución precursora de la Agencia Europea del Espacio (ESA). Quería
ver mundo, recuerda. Allí hizo el doctorado, luego profesor... pensó
volver a España, pero fue posponiendo el regreso; formó su grupo de
trabajo, montó el Laboratorio de Propulsión Espacial del MIT, y allí
sigue, aunque siempre manteniendo un estrecho contacto de colaboración
con su Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de Madrid.
Ahora, a los 71 años, ha sido investido doctor honoris causa por su
Universidad Politécnica de Madrid. Le gustaban los aviones desde niño,
no pudo ser piloto “por la vista” y se dedicó a problemas de energía en
el MIT, pero luego se pasó al espacio y empezó a colaborar con la NASA
(aún sigue haciéndolo). Es un gran experto mundial en propulsión
avanzada.
Pregunta. ¿Los vehículos espaciales no son muy lentos dadas las
distancias que se quieren recorrer? Las dos naves Voyager han tardado 35
años en llegar a la frontera del Sistema Solar...
Respuesta. El problema no es la nave, que va muy rápido, es que las
distancias son enormes. Las Voyager van a 10 o 12 kilómetros por segundo
y eso no es ir lento. Pero si uno piensa en ir a la estrella más
cercana... es imposible: la luz de esa estrella tarda cuatro años en
llegar a la Tierra. Estamos completamente aislados y viajar a otra parte
es muy difícil.
P. Las ambiciones humanas van mucho más allá de lo que permite la tecnología actual.
R. Exacto. Por ahora tenemos que conformarnos con intentar detectar, si
nos llegan, mensajes de otros sitios, o buscar planetas en torno a otras
estrellas, pero desde luego habitarlos no, eso es para el futuro.
P. Estamos saliendo al espacio con el mismo método básico de hace medio siglo, es decir, con los cohetes convencionales.
R. Sí. En esto no ha habido mucho cambio y ahora estamos al límite de lo
que se puede hacer con la energía química de los cohetes. Pero hay que
diferenciar entre la propulsión en el lanzamiento y la de viaje en el
espacio. El 90% de la masa en el lanzamiento de un cohete es
combustible, que utiliza unas ciertas moléculas, por ejemplo hidrógeno y
oxígeno, que liberan una cantidad muy grande de energía cuando se
queman. Y más allá de esa energía no puedes ir...
P. ¿No hay alternativa?
R. Se ha pensado en otras maneras de lanzar al espacio, por ejemplo
propulsión atómica, que EE UU y Rusia intentaron bastante en serio en
los años setenta y ochenta. Pero es una barbaridad. Eran reactores de
una potencia enorme, como una central nuclear pero concentrada en un
cacharro de tres o cuatro metros cúbicos y lanzando al aire un chorro de
gas acelerado lleno de contaminantes radiactivos. En EE UU lo ensayaban
en Iowa (no creo que quedase ni una vaca viva por allí). Desde el punto
de vista de ingeniería, sí, es una opción, pero no lo va a hacer nadie,
es una burrada.
P. Cuando se lanzan naves con pequeños generadores de radioisótopos para
funcionar en Marte (como el Curiosity) o en Saturno (la sonda Cassini)
las medidas de seguridad se multiplican.
R. Sí, claro, por si falla algo en el lanzamiento. Usar energía nuclear
para el despegue queda descartado. Otra cosa es después, una vez en
órbita... Puedes lanzar la nave con el reactor desactivado y luego
activarlo a una cierta distancia, cuando no tiene posibilidad de volver y
caer en la Tierra. Sería una opción para Marte.
P. ¿Y la propulsión una vez que la nave ya esta en órbita?
R. Entonces sí que tenemos alternativas buenas. Puede ser nuclear o
solar de distintos tipos... Se trata de tomar energía eléctrica para
acelerar cosas con ella y hay distintas opciones: motores iónicos,
magnéticos, de tipo Hall... son motores de plasma.
P. ¿Cómo funcionan?
R. El plasma es un gas ionizado, es decir, que los átomos se han roto en
iones cargados positivamente y electrones cargados negativamente. Con
una disposición de electrodos y de imanes se pueden tomar los iones y
acelerarlos, los dejas escapar, y ese escape de los iones empuja la nave
espacial. Puedes alcanzar velocidades muy altas, más de 40 kilómetros
por segundo, mientras que con un motor químico logras unos cinco
kilómetros por segundo. La primera nave interplanetaria de la NASA con
motor iónico ha sido la Deep Space 1. También la Smart, de la ESA, ha
ido a la Luna con un motor iónico. En los satélites comerciales se
utiliza la propulsión iónica para mantenerlos en su posición correcta en
órbita.
P. ¿Para un viaje a Marte tripulado, qué propulsión se utilizaría?
R. Se está debatiendo aún porque como no es muy urgente —no hay dinero
para hacerlo—, pues hay tiempo... Hay quien propone que se haga como el
programa Apolo de la Luna, con propulsión química. Eso sabemos hacerlo.
Lo que pasa es que para ir hasta Marte, para llevar a tres o cuatro
personas necesitas tanto combustible para ir, descender allí y regresar
que al final te sale un monstruo de miles de toneladas.
P. ¿Otras opciones?
R. Se podría poner la nave en órbita con propulsión química y luego
utilizar otro sistema, como un motor de plasma. Con propulsión nuclear
hay dos opciones: generar electricidad con un reactor y usar la
electricidad para acelerar partículas en un motor iónico, o nuclear
directo. Para ambos métodos tienes que blindar la cabina para los
astronautas, mientras que para los motores de plasma no hace falta un
blindaje especial, como mucho frente a una pequeña emisión de rayos X.
P. ¿Confluirán la propulsión aeronáutica y la espacial?
R. Hay una cosa que está a mitad de camino: la propulsión hipersónica.
La supersónica alcanza unas tres veces la velocidad del sonido (2.000 o
3.000 kilómetros por hora) y la hipersónica llega a más de 20.000
kilómetros por hora. Hay unos motores hipersónicos híbridos que toman
oxígeno de la atmósfera, como el motor de reacción de un avión, y usan
hidrógeno como combustible. No están muy desarrollados. El problema es
que si vuelas muy alto hay poco oxígeno y si vuelas bajo quemas el avión
por el rozamiento con el aire. Aún así se han logrado velocidades de 10
o 12 veces la del sonido. Hace años, cuando Ronald Regan lanzó aquello
del Tokio Express, que pretendía hacer viajes a Japón en una hora, me
pareció muy atractivo y me metí en ello, pero me di cuenta de que era
todo pura aplicación militar, que lo del Tokio Express era una tapadera,
y lo dejé. Les interesa militarmente para hacer misiles más ligeros que
lleven más carga destructiva... ¿Quién sabe si en el futuro llega a ser
una opción civil? Si sigues aumentando la velocidad puedes casi
alcanzar la suficiente para ponerte en órbita, 28.000 kilómetros por
hora.
P. ¿Aportan algo nuevo tecnológicamente las empresas espaciales a las
que la NASA apoya y deriva el transporte espacial o están optimizando
económicamente tecnologías estándar?
R. Las dos cosas. Aprovechan lo que ya existe sin hacer grandes cosas
nuevas. La NASA, en sus años jóvenes, tenía como misión inventar,
desarrollar cosas que no existían, pero a las empresas no puedes
pedirles eso porque tienen que ganar dinero, así que se basan en lo que
la NASA hacía hace 40 años. Pero lo hacen más barato. Space X ha logrado
reducir los costes de lanzamiento a la cuarta parte y eso es muy
importante. Usan materiales nuevos... pero, sobre todo, hacen lo que
hacía la NASA en sus años de gloria: atraer a la gente joven más
entusiasta y mejor preparada. Tengo muchos alumnos dispuestos a lo que
sea para trabajar en Orbital o en Space X, mientras que la NASA ya no es
lo que era... se ha convertido en un ministerio.
P. ¿Conoció la NASA en los años de gloria?
R. Sí, aunque yo entonces no trabajaba aún en espacio y lo veía un poco
desde fuera. En aquellos años, la mejor gente quería ir a la NASA como
fuera. Hacían cosas maravillosas. Ahora no... una sexta parte de la
gente de la NASA hace cosas buenas, pero el resto cumple como
funcionarios.
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